TESTIMONIOS


Cuba 2020

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CUARESMA EN CAMINO o el testigo de una misión guillotinada por la pandemia


La Cuaresma es un tiempo de oración, ayuno, abstención y limosna.
¿Pero qué oración, qué ayuno, qué abstención y qué limosna? ¿Qué desafíos nos presenta la Cuaresma y qué desafíos estamos dispuestos a aceptar?
Nunca he sido una "católica de sofá". Soy una católica de oración y de acción, intentando, a cada día, de poner los "talentos" que Dios me ha dado al Servicio de los demás y este año 2020 asumí el reto mayor de, integrando un Proyecto de Voluntariado de la APU, partir en Misión a Cuba, un territorio lleno de necesidades en varios niveles que debido a circunstancias de diversa naturaleza, han puesto a la mayoría de la población en una situación de extrema pobreza y sin posibilidad de mantener siquiera los niveles elementales de higiene personal y doméstica.
No me fui al deserto por 40 días. Salí a Cuba por 30.
Y muchos dirán - o pensarán - que ir a Cuba no es ni Cuaresma ni Misión. Porque de Cuba sólo registran en la memoria lo que fascina a los ojos: lo evidente y lo aparente, el calor, las playas, los resorts y hoteles de lujo, la música alegre en las calles turísticas, los Mojitos y las Cubas Libres. Pero hay otra Cuba por quien sabe y quiere enfocar - y inquietar - la mirada y el alma. Hay una Cuba oscura, vieja, cansada, pobre, con hambre, basura, miseria, donde falta agua para beber y para cuidar la higiene personal y limpieza doméstica, pero con un pueblo resiliente y acogedor. Cuba es lucha diaria por la supervivencia física, mental y espiritual.
Ayunar en este lado del mar es ayunar de lo superfluo. Es vivir y ser feliz con lo que es indispensable. Con lo básico. Es poder vivir sin televisión o Internet. Es abstenerse de los centros comerciales, hipermercados, peluquerías o de otras “catedrales del consumo”. Aquí la limosna es tu sonrisa, tu regazo y el tiempo que se ofrece a los niños y niñas o a los ancianos que son felices sólo porque los notas, los tocas o les guiñas un ojo.
Esta Cuaresma mía me ha recordado cuánto puedo amar y ser amada por aquellos que no me conocen y que sólo esperan el presente, el momento, aunque se agote en una sonrisa o un abrazo. Esta Cuaresma mía me ha llevado a conocer a los otros y de esta manera me ha hecho conocerme a mí misma.

LA LLEGADA
Llegué al aeropuerto José Martí en La Habana a las 8pm del 3 de marzo. Al otro lado del control de aduanas, la Sóror Teresa Vaz y Hermana Marta me esperaban. Contrariamente a lo que había sucedido en el aeropuerto de Oporto y en Barajas, Madrid, allí ya se cumplían todas las normas sanitarias en nombre de COVID 19, en un momento en que la comunidad científica todavía pensaba que el virus no podía resistir a las altas temperaturas y que, por lo tanto, no sería diseminado por "países calientes" como Cuba. En Oporto, nadie usaba máscaras protectoras en el aeropuerto. Ni pasajeros, ni los empleados. En Madrid - en un momento en que España ya estaba luchando con una evolución galopante de la pandemia - los empleados no llevaban máscaras o tenían medidas preventivas excepcionales y sólo alrededor del 50% de los pasajeros las llevaban, ya sea en el aeropuerto o durante el vuelo. En cambio, en La Habana nos separaron por país de origen en función de los datos oficiales internacionales sobre la evolución de la pandemia internacional, todo el personal llevaba máscaras y ya se había establecido un control de la temperatura para los que llegaban de países "de referencia" internacional. Valía la pena el hecho de que, ese día, Portugal todavía no estaba en la lista internacional de países con infecciones registradas. El paso por el control de aduanas fue simple y rápido.
El enfoque de la misión ha sido los niños de la Guardería Padre Usera. La Guardería recibe a niños de 2 a 4 años de contextos familiares desestructurados, muchos de ellos hijos de jóvenes madres solteras y de contextos sociales con muchas necesidades.
La Guardería era mi "Cuartel General". Fui asignada a una de las clases de los niños de 4 años, debido a la falta, en ese momento, de una de las ayudantes de ese grupo. Pero la misión también incluyó el acompañamiento de Sor Teresa en su acción de formación semanal en el "Hogar Materno" para jóvenes embarazadas y en las reuniones semanales de la "Escuela de Padres", el acompañamiento de Hermana Toñi en el proyecto "Apadrinados" (un proyecto subvencionado por un grupo de ciudadanos alemanes que permite la distribución de bienes a algunas familias referidas y acompañadas por las Hermanas), y el componente de la Pastoral con la participación en las reuniones del grupo MSAD en La Habana (incluyendo en el Retiro de Cuaresma en el Arzobispado) y en la Iglesia de "San José" en San José de las Lajas, un pueblo a unos 26 km de La Habana.

DÍA A DÍA
En la Guardería, los días empezaban muy temprano. Tenía que levantarme a las 6.30 a.m. porque a las 7 a.m. había rutinas que hacer en la cocina (donde también faltaba una trabajadora que estaba enferma), preparando las meriendas de la mañana para los niños y niñas. El día empezaba, allí, en la cocina con una taza de café y un panecillo para todos los trabajadores de la Guardería. Luego empezaba a preparar los panecillos con mayonesa (unos 150) para la merienda de los niños en medio de la mañana (con una taza de jugo). A las 7.20 a.m. todos los trabajadores se juntaban en la pequeña pero encantadora Capilla de la Guardería para la oración de la mañana. A las 7.30 a.m. los niños empezaban a llegar a la puerta de la Guardería por la mano de sus madres. A las 8 a.m. todos los niños debían estar dentro de sus respectivos salones de clase, para comenzar las actividades. ¡Qué gran diferencia hay en el paradigma de enseñanza preescolar entre lo que se hace en este lado de Europa y lo que encontré allí! Pero este es un tema que tendrá que dejar para una otra reflexión. El día se repartía entre las actividades dentro o fuera de la sala (cuando estaban fuera de la sala implicaban salir de la Guardería para un paseo hasta a un jardín al redor para hacer una carrera o jugar juegos grupales ya que la Guardería no tiene suficiente y adecuado espacio exterior para tal fin), la logística y la supervisión de las comidas (merienda matinal, almuerzo y merienda de la tarde), la vigilancia durante la "hora" de la siesta -que se extendíadesde el después del almuerzo, alrededor de las 12.30 a las 15.00, y las formalidades de la salida entre las 16.00 y las 16.30.
Después de la salida de los niños de la "infantil", a las 17 horas llegaban los ex alumnos de la Guardería que ya se encontraban en la enseñanza oficial para los "talleres", un conjunto de actividades extraescolares que la Guardería ofrece a estos niños como Música - guitarra y canto -, Inglés y Manualidades, lo que permite a la comunidad de las Hermanas continuar su proyecto de educación integral de niños y jóvenes, en el paradigma de la educación en valores y en el amor a Dios y a los demás.
Los días estaban así, todos llenos, desde las 7 de la mañana a las 8 de la noche, hora en que los niños mayores se iban y yo cenaba la comida que me había dejado cariñosamente Maleidy, la cocinera de la Guardería. Algunas veces seguía dando un paseo por la Plaza Vieja después de la cena, volviendo pronto a mí habitación para pensar y preparar algunas actividades y estrategias de intervención para los días siguientes y para dar gracias a Dios por otro día y por la alegría que reinaba en mi corazón por haber sido útil. Por la noche, llegaba a la cama cansada pero feliz. Inmensamente feliz. En paz. Misión cumplida, en un día más.
Incluso durante el fin de semana siempre había actividades para hacer o seguir en el Arzobispado, en la Catedral de San Cristóbal (catequesis de niños, seguida de la misa), en la Iglesia de San José, en San José de Las Lajas... en fin... donde mi presencia era útil o necesaria, donde el Servicio me llamase. Quedaron por hacer muchas otras que estaban ya programadas al regreso intempestivo.

TODO SE DETIENE
En el domingo, 15 de marzo, todo se precipitó. Los avisos de la emergencia consular portuguesa para que todos los ciudadanos portugueses que se encontraban en el extranjero por motivos de trabajo o vacaciones volviesen con la mayor urgencia también llegaron a La Habana. Desde casa, también recibí la indicación de que tendría que embarcar lo antes posible porque Portugal y España iban a cerrar las fronteras, incluyendo el espacio aéreo, y entonces no habría forma de volver. Para el día 16 estaban previstas las conferencias de prensa de los primeros ministros de España y Portugal para anunciar las medidas de contingencia. Todo se derrumbó a mis pies entre el camino de la casa de las Hermanas (donde había almorzado ese domingo después de la misa y la reunión de lo MSAD en San José de Las Lajas) y la Guardería. Me quedé el resto de la tarde en la Casa das Hermanas Brigidinas (el único lugar donde podía acceder a Internet) tratando de averiguar la situación y el imperativo de volver pronto a Portugal. Esa misma tarde, mi amiga que trabajaba en la aerolínea con la que había viajado me advirtió que sí, que tendría que anticipar el regreso, pero que era tranquilo que no cerrarían el espacio aéreo de un día para otro. Con un nudo en la garganta le dije a las Hermanas que todo el trabajo planeado para los días restantes estaba comprometido porque tendría que volver a Portugal lo antes posible. El lunes siguiente, me desperté con gran tristeza en mi corazón y todavía estaba lejos de saber qué vendría después. Me dediqué a las rutinas diarias de la Guardería, bajé a almorzar con las Hermanas y el resto del personal de la Guardería, como de costumbre, después de poner a los niños a dormir sus siestas. Al final del almuerzo salí con la Hermana Marta a comprar café. De regreso a la Guardería tomé la calle del Convento de las Hermanas Brigidinas para recoger la red de internet a su puerta y conocer la situación que se estaba desarrollando en Portugal y España, y me quedé petrificada por la noticia que recibí: "Fátima, ve ahora al aeropuerto, aunque sea sin billete, e insiste en que te pongan en un vuelo o no podrás volver mañana", me dijo ahora mi amiga Joana.
Tuve 30 minutos para preparar la maleta y dejar todo atrás. Lo que hice, lo que quería hacer y los propósitos que me pusieron en la Misión. Las Hermanas fueron incansables. El personal de Guardería se dio cuenta de la conmoción, pero no estaban seguros de lo que estaba pasando y no me ha dado tiempo de explicarles o despedirme de todos ellos. Maleidy aún me puso en las manos jugos y pan con queso para que los comiera durante el viaje.
El regreso fue problemático, pero lo peor fue la frustración por la abrupta interrupción del trabajo. Salí de La Habana a finales del 16 de marzo después de algunos incidentes en el aeropuerto para subir a bordo - yo y la gigantesca fila de extranjeros que se ha ido amontonando en los puestos de información. Aunque el viaje fue reprogramada con el mismo circuito (La Habana-Madrid-Oporto), cuando aterrizamos en Barajas, el día 17, las fronteras españolas y portuguesas ya estaban cerradas y no había vuelos a Portugal. El aeropuerto estaba en "estado de guerra/sitio". Todos los espacios comerciales, bares y restaurantes fueron cerrados, así como el 98% de los puestos de información y asistencia al viajero. Sólo militares armados, con un aire cerrado y desagradable, ostentando sus armas y la cadenciosa y repetitiva voz de los altavoces: "Estamos en estado de emergencia. Mantenga la distancia de seguridad. Estamos en estado de emergencia. Mantenga la distancia de seguridad... “.
Mi equipaje fue extraviado y no había nadie a quien preguntárselo. Los kilómetros de pasillos del aeropuerto de Barajas se habían transformado en un lugar fantasmagórico y abandonado de donde todo el mundo había huido a toda prisa, dejando sólo a los militares para vigilar el espacio. Escenario cinematográfico apocalíptico.
Acepté la alternativa de ir a Vigo porque siempre me quedaba más cerca de Portugal, pero cuando llegué, no había autobuses, taxis o coches de alquiler, que me pudiera acercarme de la frontera para que la cruzara. En el puesto de información me dijeron tan fugazmente: "¡Tienes que caminar!"... sonreí y recordé que soy Caminera (de Santiago) pero suelo hacer la ruta inversa.
Con este temprano y abrupto regreso se quedó uno tremendo vacío en mi alma. De Misión no terminada. El tiempo que estuve allí fue muy poco para ser efectivamente útil y para cumplir los propósitos de la Misión, aunque fue, sin embargo, un tiempo de aprendizaje extraordinario. Vivir en Cuba, dentro de la comunidad de sus habitantes es completamente diferente a aterrizar allí como turista. Tan pocos días y aun así tantas historias, tantas experiencias, tantas emociones.
Absorbí todo. Succioné todo, olores, imágenes, sensaciones y sentimientos. Succioné Historia y Política. Sentí y comprendí las limitaciones de un pueblo que no sólo no tiene dinero - o agua para la boca -, sino que cuando lo tiene, no tiene dónde comprar jabón o un simple rollo de papel higiénico. Incluso antes de los problemas de la COVID, de la aparición de los primeros casos en Cuba y el cierre de la frontera que el propio Gobierno cubano acabaría decretando el 21 de marzo de este año, los bienes esenciales eran escasos. Mi di cuenta del malestar que empieza a crecer en un pueblo desesperado por todo, siendo que su todo no tiene nada que ver con lo que a nosotros nos "hace falta". Y nos damos cuenta de que un pueblo que sigue siendo educado en el paradigma de educación de "repetir y obedecer" y no para el desarrollo de la autonomía individual y el pensamiento crítico, no tiene herramientas emocionales para cambiar un régimen. (¿Y cómo puede alguien rebelarse contra el sistema si depende de él para todo? ¡Si es él quien todavía les da lo poco que tienen para comer!). Pero se quedó tanto por experimentar y tanto por hacer y dar. Y dejé a mis niños entre el almuerzo y la siesta. Así en un cerrar y abrir de ojos (sí, lo sé que la expresión es al revés... pero aquí lo que pasó fue exactamente esto: cerraron los ojos conmigo en lo salón y despertaron ya sin verme... para siempre). No hubo tiempo para despedirme de ellos.

REFLEXIONES
Como mi hija Rita escribió hace unos meses, " La vida a veces se ahoga"...
Hoy sigo sintiendo la amargura y la tristeza de mi abrupta salida de La Habana y de todo el trabajo y el aprendizaje que quedó por hacer. No tuve tiempo para cumplir todos los propósitos de mi viaje y el tiempo ha sido demasiado corto para escuchar los detalles de la vida del Padre Usera en Cuba directamente de la boca de la Sor Teresa, para guardar todas las experiencias y proyectos de las Hermanas Teresa, Toñi, Marta y Odita en La Habana, Regla y S. José, para conocer mejor lo movimiento MSAD en La Habana y sus alrededores, para ser testigo de mi propia experiencia como miembro de lo MSAD en Oporto y de cómo vivimos el Carisma de la Congregación aquí. Faltó tiempo para acompañar a Dulce al taller de asistencia social del Arzobispo (programado para la semana en que me fui) y para completar el recorrido del Padre Usera con Alberto y aprender de él tantos trozos de la historia de la vida del fundador de la Congregación y de la historia religiosa de La Habana.
Faltó tiempo para compartir con los educadores y otros trabajadores de la Guardería la Pedagogía del Amor, paradigma del modelo de enseñanza de las Hermanas del Amor de Dios, en el que creo y trato de seguir en mi actividad con los niños y jóvenes.
Salí de La Habana llorando, como era de esperar, con la cabeza contra la ventanilla del avión, dejando atrás las luces que iluminaban la ciudad, sin saber si tendría el coraje de volver algún día, después de esa inmensa frustración por sentir que abandonaba a un pueblo que a partir de entonces pasaría aún más dificultades (intentaban, por aquellos días, comprar dientes de ajo para prevenirse contra la COVID19 ...) pero estoy segura de que lloraría aún más si me fuera a finales de mes. Porque en medio de esa sencillez de vida, encontré en La Habana una nueva familia: fiel, dedicada, acogedora, sincera, siempre disponible y preocupada por mí. Nunca me he sentido sola, nunca me he sentido desamparada. Nunca me faltó la fuerza o la voluntad de hacer más y mejor. Todos fueron excepcionales y pacientes conmigo y mi débil español. Incluso nos divertíamos con mis tonterías lingüísticas y eso nunca constituyó ningún constreñimiento para comunicarme con los grandes y los pequeños en cualquier círculo donde tuviera que "ponerse las manos en la masa" (como se dice en Portugal). Yo he sido feliz en La Habana. Espero, también, haber dejado allí un poco de mi alegría y de mi fe. Espero haber tocado los corazones de aquellos a los que me dediqué.
"Somos lo que compartimos" y ser Voluntario es Amar con palabras, gestos y acciones.
Fue una Cuaresma diferente.
11 de diciembre de 2020.
Fátima Correia Leite

Cochabamba (Bolivia) 2017

Soy una persona incansable, en continua búsqueda, siempre intentando saciar esta especie de curiosidad, que me es difícil explicar, pero es la que me llevó a vivir esta experiencia.

Así creo que llegué al CIE, el resto son anécdotas, casualidades y suma de coincidencias que se pueden traducir en una respuesta para mi vida, en una decisión para irme a vivir este voluntariado.
Vivir es sentir, es experimentar, vivir, es vivir. Eso es lo que me fui a hacer en Bolivia, en Cochabamba, salir del mundanal ruido, con menos misticismo que el del poeta, y buscar un punto de vista diferente, observar, mirar, ver, abrir los ojos, DESPERTAR.
Ya sea vivir, o al menos asomarse a una vivencia así creo que debe incluir algunas cualidades que en principio, sin ánimo de parecer presuntuosa, creo poseer. Soy una persona responsable, trabajadora, pero también insegura, no especialmente valiente.

No creo en las casualidades, creo que la vida hizo que tomara una decisión que a lo mejor en otro momento de mi vida sería difícil que tomase, y así es como surgió en mí la idea de dejar atrás mi seguridad, mi vida, mis planes y lanzarme a vivir esta aventura.

Podría contar mil cosas de esta experiencia pero creo que se quedaría en una simple descripción de lo que he vivido, que está muy lejos de lo que he sentido, de lo que me llevo, y por eso intentaré describiros algunas de las sensaciones que he percibido, alguno de los motivos que me movieron hasta allí.

Porque te humanizas, porque das valor a lo que lo tiene. Porque sientes, porque vives, porque eres útil, aprendes cualquier profesión, porque decides en cualquier circunstancia, porque creces y desde más alto, las vistas son mejores.
Llegar y ser una desconocida pero recibir el mayor trato familiar, algo inimaginable, la cercanía de las hermanas, el sentir que formo parte de una gran FAMILIA, la familia Amor de Dios. El ser testigo de la presencia de las hermanas en las zonas más desfavorecidas de la tierra y que entregan su vida, sus fuerzas, por hacer presente el mensaje de Jerónimo Usera, del que tuve la oportunidad de ser partícipe y del que obtuve beneficios de valores incalculables.

El contacto con los niños y niñas de la calle, pobres, vulnerables, frágiles, totalmente ajenos a mi mundo, al lugar del que provenía, a la sociedad en la que a diario me desenvuelvo, me hizo no solo transformar mi escala de valores, y es difícil plasmar los sentimientos que se apoderaban de mí al hablar con ellos, mirarlos y al pensar que yo formaba parte del otro lado del mundo, donde la abundancia y el despilfarro es lo cotidiano. Desengaño, vergüenza se mezclan con el valorar simplemente el despertar, el dar gracias por lo afortunada que era por vivir aquello, por poder ser testigo directo y aprender y sentir lo que jamás olvidaré.


Gracias a todos lo que lo hicieron posible, desde las hermanas por su acogida y acompañamiento, pasando por la Asociación Padre Usera, que siempre estuvo atenta y que nos dio esta oportunidad, y, sin olvidar a nuestras familias, por su comprensión y aceptación, aunque a veces fuera a regañadientes, sabían lo que esto significaba y eso fue nuestro mejor argumento para conseguir su apoyo.

En uno y otro caso de esta locura de redacción, vete, aunque no sea protocolario y puede parecer una presión, y en teoría no es aconsejable, es una decisión compleja, personal, pero ve, porque vuelves a ver el mundo real, del que ya vives anestesiado, ese que la televisión y las noticias te ha hecho ser inmune, ese en el que cada joven que te asalta por la calle para recaudar fondos se convierte en un estorbo, en un obstáculo que te hace tropezar y perder tiempo en tu trayecto diario de regreso a tu casa, pero también ese en el que se valora todo, se sonríe ante cualquier adversidad, pero de las de verdad, no de las que nos quejamos en esta otra parte del mundo a diario, el mundo donde hay esperanza, y del que tenemos mucho que aprender.

Por todo esto, y mucho más que deberéis descubrir, os invito a dar el salto, a decir que sí... Yo también sentí inquietud, que no miedo, no hay porqué, me sentí frágil, me sentí loca, me hice mil preguntas… ¿Qué estaba haciendo? No tardé en darme cuenta de que ha sido, y es, una experiencia transcendente, de encuentro con Dios, una experiencia que ha moldeado mi vida y en la que a priori iba a ser la que aportaba, pero todo lo contrario, no aporté absolutamente nada, y esto despierta también sentimientos con los que has de convivir, de los que aprendes. Así que, descubre, ve, despiértate y… revalorízate.

GRACIAS:

Mónica R.
Laura O.

Perú 2015

28 de junio de 2015.
40 años. Aterrizaje en Lima a las 4:00 horas. Huele a mar y hace frío. En un pequeño “carro” me llevan hasta Tablada de Lurín. Amanece y la ciudad se ve gris, el mar es gris, el suelo está sucio y el tráfico infernal. En una pequeña casa, húmeda y sin las comodidades de nuestro entorno, viven las hermanas del Amor de Dios, que cuidan a una anciana con esquizofrenia y minusválida tras un accidente.
Vivimos en un centro médico donde se asiste diariamente a decenas de personas, con una calidad asistencial impresionante, a pesar de la escasez de medios con la que cuentan.
Toda la gente a nuestro paso me saluda y se alegra de mi estanca allí, mientras yo veo asombrada la gratitud que me demuestran sin merecerlo. Cada día me gusta más estar allí, a pesar de que lo que hay a mi alrededor es, en cierto modo, penoso y desagradable. Llegan otros dos voluntarios y empieza la actividad. Nos levantamos a las 5:30 horas para asistir a un centro de acogida de niños abandonados, el momento más feliz del día.
Yolanda, la responsable del centro médico, nos muestra la vida en los cerros y en tablada, con casas-chabolas, situadas en el monte, sin cimientos, parcheadas, en una zona con actividad sísmica importante. Conocemos a gente maravillosa que dedica su tiempo al cuidado de los demás. Chicos que antes participaban en bandas callejeras y actividades delictivas que han sentido la llamada de la misericordia.
Durante varios días asistimos a una CASA-GUARDERÍA DE TABLADA, donde realizamos (Aitor, Maite y yo) reconocimientos médicos a más de 100 niños. Aquí se encargan de los niños durante todo el día, los llevan y los recogen del colegio y les dan la merienda hasta que sus padres se los llevan, por la noche.
Colaboramos y ayudamos en el hogar de las BIENAVENTURANZAS, que dirige el padre Omar. Hay unos 80 niños con enfermedades neurológicas-psiquiátricas, a los que cuida y alimente. Son niños abandonados por sus familias.
Y participamos también en talleres-guardería de un colegio: FE Y ALEGRÍA, que gestionan las hermanas del Amor de Dios

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10 de diciembre de 2015. Madrid. Trabajo-casa-familia.
Todo mi trabajo allí ha sido pagado con las muestras de alegría y gratitud de esa gente, esos niños. Cantarles por las mañana, bañarles mientras los hablábamos, cogerlos en brazos y verles sonreír, ponerse de pie, mirar hacia la luz…. ha llenado de satisfacción cada momento y cada recuerdo. El madrugón no me cuesta pensando en el trabajo que me espera.
A diario recuerdo esos días con nostalgia y, con un sentimiento enfrentado de pesar y júbilo, al pensar en lo que he dejado allí: indefensión, violencia, abandono y, en general falta de educación social y sanitaria frente al cariño y esas sonrisas que iluminan esos cerros grises y asfixiados por la polución de una cementera.
Con la confianza de que otras personas puedan vivir esta entrañable y gratificante experiencia, agradezco a todos haberme permitido estar allí y mantengo el deseo y la esperanza de VOLVER.

   Pilar R.

Cuba 2015

Después de tres años de voluntariado en Perú, este año tuve la maravillosa oportunidad de conocer otro país, Cuba, otras gentes, otra realidad, vivir en comunidad con las hermanas del Amor de Dios, en Regla y en Ranchuelo, ver su día a día, compartir sus problemas y sus alegrías ha hecho de esta experiencia algo diferente a lo anterior. Las cosas no pasan por casualidad, era mi momento de estar allí y participar en labores de tipo pastoral al estilo más puro “salid y evangelizad”.

REGLA: Un municipio de La Habana, separadas por la bahía, encontré un pueblo de unos 40.000 habitantes,  gente sencilla, un barrio con mucha tradición en la santería y sincretismo religioso (mezcla de religión católica y africana). La misión principal que realizan las hermanas es la Guardería, allí llamados Círculos Infantiles, con más de 80 niños de edades comprendidos entre los 3 y 5 años. Les dan desayuno, comida y la merienda con la ayuda de otras dos maestras y las cocineras. También llevan la catequesis de niños y adultos y la pastoral de la Capilla Nuestra Señora de Guadalupe. Regentan un comedor social para los ancianos más necesitados  de la zona y colaboran con los padres redentoristas en la formación de jóvenes.
 
LA HABANA: En un entorno muy distinto, en pleno centro turístico de la ciudad, hermanas muy mayores, muy vinculadas al obispado, donde tienen una oficina de ayuda a los más necesitados, han sido las primeras religiosas en regresar a Cuba y que tienen acceso a la educación, que llevaban a cabo en las distintas guarderías en varias iglesias repartidas por La Habana. Hoy gracias al historiador Eusebio Leal, en una preciosa casa colonial han podido reunir todos los niños, unos 150, aunque todavía existe otro círculo con unos 25 niños en la Catedral. Allí he tenido el privilegio de conocer un poquito más la vida y obra del P. Usera de la mejor profesora posible, la hermana Teresa Bernadette Vaz una erudita en esta materia.
 
RANCHUELO: A 250 km. de La Habana, en la Provincia de Villa Clara, con una población de unos 60.000  habitantes, es otra realidad completamente distinta. Es un entorno puramente rural, cuyo medio de transporte más común es el coche de caballos, el agua de lluvia se recoge en pozos para el suministro familiar, agua que hay que hervir para poderla consumir. La labor que se realiza en Ranchuelo (donde no hay guardería) es puramente Pastoral, llevando la Palabra de Dios a los numerosos pueblos cercanos. Cuentan con más de 15 casas misión, actualmente esta labor  la desarrollan dos hermanas y una aspirante  aunque cuentan con el apoyo de un grupo de misioneros preparados por ellas, cada día hacen un recorrido distinto por una ruta que engloba varios pueblos, todo eso si no llueve, que llueve y mucho,  pero es tan bonito poder compartir con esta gente estos momentos de esperanza y oración. He podido comprobar que el P. Usera continua muy presente y su carisma muy vivo.

En las tres comunidades se atienden los grupos de la Unión Padre Usera y se trabaja con adolescentes y jóvenes vocacionalmente.

Este tiempo en Cuba me abre a más dilatados y nuevos horizontes y me impulsa a vivir con más ilusión mi fe. Creo firmemente que compartir mi vida y mi tiempo con otros me enriquece y que mientras más me doy a los demás, más recibo en felicidad, paz y amor. Cuba es una realidad compleja pero llena de vida y posibilidades, esperando manos generosas, corazones dispuestos y testigos del amor que quieran hacer realidad un mundo mejor y para ello dediquen sus fuerzas, su tiempo y su vida.
Quiero dar las gracias a todas las personas que me han ayudado a vivir esta experiencia y espero seguir aportando mi granito de arena por mucho tiempo.

Marian C.